martes, 29 de mayo de 2012

Efectos colaterales de una gran resaca

hace 15 días estaba yo tan tranquila en el micro-mundo vivible que tantos esfuerzos me cuesta crear cuando un acontecimiento inesperado pero inevitable arrasó con toda apariencia de tranquilidad. cosas de especulaciones inmobiliarias, avaricia y las astucias de las clases dominantes para convertir las leyes en papel de wáter y nuestras vidas en papel de mocos. acostumbradas como estamos a seguir tocando las narices en medio de un tsunami, seguí adelante y esquivé el embate. tomé la decisión que menos me jodiera la vida y, aunque implicaba dejar que me jodan, consideré dejar de lado lo que me correspondía y tirar hacia lo que me convenía. aunque cotidiana para mucha gente, para mí fue una decisión difícil. inicié una mudanza y a mitad de camino decidí no mudarme, así que con la misma celeridad con que llené cajas y cajas de libros tuve que vaciar cajas y cajas de libros. eso sí, los puse en otro orden. la ropa todavía continúa en maletas hasta nuevo aviso.
tanto ir y venir me trastornó el precario equilibrio emocional que tanto esfuerzos me cuesta crear. pero como a esto estoy más que acostumbrada, apliqué la receta habitual: pasarme una semana bebiendo litros de infusiones, anulando la cotidianidad, permaneciendo en la cama siempre que pudiera y conservando estados alterados de conciencia mientras me fuera posible. así he estado una semana hasta hoy, día en que se cumplían los 15 días de inicio del desequilibrio y, lo más importante, fecha en que tenía que estampar la firma que acabaría con el mencionado tsunami. pero hoy va y me quedo dormida, cansada de tantos esfuerzos por mantener mi estado alterado de conciencia. me desperté en un sopor y comencé a deambular por la casa buscando algún indicio que me aclarara día, fecha y hora. acción absurda teniendo en cuenta de que en mi casa no hay relojes. aturdida, me fui a mear y haciendo un gran esfuerzo empecé a buscar acontecimientos que me ayudaran a deducir si hoy era domingo, lunes o martes. entonces recordé que estábamos en la era de los smartphones. así que comencé a buscar el mío. lo encontré encima de la nevera (?). además de decirme que se le agotaba la batería, el comunicativo tamagochi me dijo que eran las 9:56 del martes. ups! llegaba una hora tarde a la cita en la inmobiliaria. aprovechando lo de los smartphones, llamé para posponerla. pero cuando intenté hablar, no me salían palabras sino un sonido imitación papagayo después de una pelea de gallos. feliz de esta circunstancia, ante el silencio de la abogada que esperaba una justificación por mi tardanza, dije: "me oyes como estoy, no?". y ella: "estàs malalta". y yo: "sí, estic malalta. Ja arribaré". "Pero la propietària no pot esperar". Ya se sabe que el tiempo es dinero. Y yo: "doncs jo arribaré cuan pugui, el més aviat possible".
cogí el coche. a mitad de camino, tengo un coche delante que va a 30. me impaciento. decido pasarle aunque es una carretera de curvas y hay línea continua. pero no viene nadie y estoy harta. le paso. la conductora enloquece. empieza a darle al claxon como si fuera una emergencia internacional, enciende las luces, acelera (ahora sí) y comienza a perseguirme. yo todavía no había tomado el café, pero no el de hoy, sino el de hace una semana. así que seguí con mi estado alterado de conciencia completamente indiferente. pero claro, en algún momento tenía que bajar del coche. y la obsesa seguía detrás. finalmente, encontré un sitio y comencé a aparcar. la obsesa detrás. cuando termino de aparcar avanza y se me pone al lado. comienza a gritar como si sus dos únicos hijos para ella decentes (el yonqui murió y el malo se escapó al brasil) hubieran sido atropellados durante mi arriesgada maniobra. yo ni la miro, ya que al intentarlo se me nubló la vista. cuando estoy a punto de bajar del coche, la obsesa abre la puerta del conductor y, a grito pelado (el hijo decente que aún continúa vivo se desangra), intenta meterse en el coche. ahí sí la miro y solo atino a decir: "eh!" y extiendo la mano en señal de stop. ella está tan desconcertada ante mi pasividad que azota la puerta del coche y continúa amenazándome. yo salgo del coche y comienzo a alejarme muy lentamente (es cuesta arriba). entra la obsesa y yo, una hilera de coches aparcados me sirve de trinchera. la obsesa grita cada vez más fuerte, pero comienza a formársele una hilera de coches detrás así que sube al coche y arranca como fitipaldi, las ruedas arañando el asfalto y llenando de humo la apacible mañana florestana. yo giro hacia la izquierda y la obsesa me sigue con el coche. ahora sí escucho sus insultos, el chirriar de las ruedas ha conseguido despertarme, y entonces es cuando me hacen el regalo del día: "tú lo que eres es una asesina en potencia. una terrorista, eso es lo que eres". yo me detuve, estupefacta, y sonriendo la miré "uf, ahora sí, qué alivio, gracias". entonces la obsesa aceleró en medio de la plaza peatonal (velocidad máxima 20) y sacando humo por las ruedas y las orejas se alejó pitando.
asesina y terrorista, me llamó, y eso que sólo conocía de mí la capacidad de realizar una maniobra arriesgada en un camino apenas transitado y mi impasibilidad pasmosa de martes de resaca ante su agresión. cuando yo era chiquita, se llamaba terroristas a quienes luchaban contra las dictaduras poniendo bombas, repartiendo panfletos y haciendo manifestaciones. hoy las cosas han cambiado mucho. interesantes los giros del lenguaje, peligrosas las interpretaciones sobre la violencia y la lucha armada que se están gestando en la era de lo políticamente correcto.
lo más contradictorio es que si algo no me he sentido en estos días es terrorista: todo lo contrario. he sido capaz de renunciar a mis derechos por no caer en el caos emocional que me provoca el no tener donde vivir, y por eso me he sentido cobarde e imbécil. y cuando creo que he llegado al colmo de la obediencia, se me aparece este ángel del infierno a nombrarme terrorista.

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