domingo, 15 de noviembre de 2009

Leónidas Lamborghini

Ayer murió Leónidas Lamborghini

En un post viejo colgué dos de sus comiqueos, género irónico a medio camino entre la poesía gauchesca y la tragedia shakesperiana.


Aquí va otro, que leo como una despedida a Walter Benjamin, que se suicidió en Port Bou, en la frontera entre la huída de los nazis y el viaje a América:


Comiqueo de Benjamin

-Trepo por la ladera, acorralado,
por ideas de muerte y de tortura:
huyo hacia la frontera, qué me queda.
Nada me queda ya; con mi valija
trepo como una cabra algo extraviada;
aquí pongo este pie, vacilo, pongo
el otro; trastabillo, doy en tierra,
caigo, me levanto, el miedo me levanta
aunque sé que mi chance es casi nula.
Huyo de la barbarie pero entiendo
que barbarie y cultura una sin la otra
no pueden concebirse; no hay escape:
y este horror en la frontera me abatió.

(De El Arte del bufón)


 

Y un pedacito de una entrevista de Daniel García Helder publicada en Diario de Poesía, nº 38, Buenos Aires, invierno de 1996:
El otro día, un domingo, estaba en casa de unos queridos amigos. Pasaban un documental de Río Turbio actual. Porque se supuso, cuando en los años 50 se descubrieron los yacimientos, que eso iba a ser una palanca de riqueza económica para el país. Pero después se abandonó el proyecto, se lo saboteó, hasta llegar al presente. Mi amigo se empezó a reír. “Mire, Lamborghini, ja, ja, ja…” ¿Y qué se estaba mostrando ahí? Un puñado de obreros trabajando en un túnel, abandonados de la mano del gobierno a los que de tanto en tanto se les alcanzaba un pedazo de pan. Obreros, los que quedan, que ganan cien pesos al mes, y que mueren a razón de dos por año por enfermedad o accidente. Esa parte del documental se titulaba “La noche eterna” porque en Río Turbio se vive a la luz de las velas. “Mire, Lamborghini, ja, ja, ja…” Menem en campaña, para recoger votos, prometiéndoles que todo eso se iba a recuperar. Y los obreros creyéndole. Y votándolo. “Ja, ja.” La esposa de mi amigo le soltó entonces: “Che, ¿de qué te reís?”. Y yo me escuché explicándole: “Mirá, es una risa que sangra, él sangra por esa risa, esa risa es una herida”. Y de eso se trataba. En vez de lágrima era distorsión: “tanto dolor que hace reír”, dice Discépolo.

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