sábado, 25 de abril de 2009

Han abierto la perrera

Finalmente, vino el ansiado dragón y quemó la parte baja de las ramblas. Mientras la multitud se atareaba entre rosas, libros y firmas, una pequeña brigada de putas enloquecidas y locas emputecidas daban luz, calor y sonido a un día de sol vangoghniano.


Y las llamas se elevaron, reduciendo los prejuicios a cenizas, asustando a las injurias que corrieron a esconderse detrás de la estatua de Colón, ahuyentando a los insultos, avergonzados de reconocerse inútiles. Ni los litros y litros de cerveza que inundaban las alcantarillas consiguieron apagar el fuego.

Y devenimos perras.




Hoy llego a casa agotada después de dos jornadas tan inspiradoras como inolvidables.

Lleno la bañera, pongo un incienso, hecho aceite de almendras marroquí al agua vaporosa, me hago un porro y me ayudo a deslizarme hacia lo más profundo de mis emociones.


Me pregunto cómo sabemos cuando vivimos lo que se da en llamar un “acontecimiento histórico”. Me responde la certeza de que las perras en que hemos devenido inventamos el placer incansable y salvajemente, más allá del juego de la representación. Y quizás esta manera de girar la tortilla nos sitúa en un lugar muy distante al del acontecimiento histórico.

Habitamos más bien cierto espacio difuso en el que son necesarias las habilidades del equilbrista, la flexibilidad del contorsionista y las destrezas del malabarista. Y en este carnivale nos está tocando ganar. Es nuestra revancha, al mejor estilo Susan Boyd.

Y cito a nuestra protagonista de este Sant Jordi, Itziar Ziga, desde las páginas de la recién editada revista de distribución gratuita Parole de Queer:


“Sobrevivir en este mundo de capitalismo patriarcal y heteronormalidad no es ningún capricho, ningún lujo, ningún juego de máscaras. Es una resistencia, a veces gozosa, pero siempre inevitable”.


Ayer libramos una de esas batallas inevitables y gozosas. Escasean, pero son muy poderosas...

Ahora voy a recoger los cadáveres. Ya se sabe, toda batalla, aún la ganada, huele a muerte. Pera esta es chiquita, la alegría y la fuerza alentadora de la manada llena el aire de olor a rosa (bueno, también a regla, vómito y alcohol, pero así crecen las rosas en este jardín…)




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