Después de leer la entrada de la
Eugenia criticando un "estudio" sobre el cerebro de los gays (!) y su sugerencia de que porqué no se dedican mejor a combatir la homofobia y las persecusiones a personas GLT, me parece oportuno publicar este mapa que recoge la legislación sobre homosexualidad en el mundo, publicado en el Público el 2 de enero de 2009. La
fuente es de
ILGA (International Lesbian & Gay Association) que -¡no sufráis, pecadors!- tiene versión en castellano.
Si clicáis sobre la imagen, el mapa, milagrosamente, se hace grandotote y, menos milagrosamente, os develará que en casi todos los países de África y del sudeste asiático las relaciones entre personas del mismo sexo están penalizadas con, en el mejor de los casos, cárcel de hasta 10 años, y en el peor, con la muerte. Luego tenemos vastos territorios como Rusia y los países de la antigua órbita soviética, casi toda América Latina, China, Japón, y EEUU que no tienen una legislación específica, que es lo que se dice "hacerse el sota" o "actuar ad hoc", o más vulgarmente, hacer lo que les salga de la punta de la polla según la situación y las personas implicadas. Por ejemplo, en China y Rusia se les encarcela en centros psiquiátricos.
En todo el mundo sólo hay tres países que aceptan el matrimonio entre personas del mismo sexo en igualdad de condiciones al de las parejas heterosexuales: el Estado español, Canadá y Bélgica (y estoy hablando según la ley y no su aplicación, que ya sabemos que también puede ser bastante laxa).
Todo esto hablando de los derechos civiles de personas que tengan relaciones con otras personas del mismo sexo. Nada se dice sobre transexuales, señoras de moral distraída o personas indecisas.
Si comparamos estas leyes con la legislación y actuación judicial en casos de pederastia y/o violación seguro que sacaríamos conclusiones aberrantes, o quizás, demasiado ilustradoras sobre el rol social de la mujer o la situación de menores de edad en conflictos bélicos, por no hablar de la indefensión de monaguillos violados, personas en la cárcel, trabajadoras del sexo, chaperos o putas vulgares como tú y yo. Yo ya lo he hecho, os dejo el ejercicio para un domingo de lluvia.
Pero si, además, pensamos que estas leyes sólo protegen la unión legal entre personas y toda la parafernalia que eso conlleva, pero nada dice sobre persecusión social y/o policial, control médico, mobbing laboral y/o inmobiliario, bullying escolar, igualdad de oportunidades, violencia en la calle y toda la violencia que vivimos los "devenires minoritarios", nos daremos cuenta de que la noción de homosexualidad es, como mínimo, bastante pobre.
Me pregunto qué habrá detrás del considerar tan aberrante el que dos (o doscientas) personas mayores de edad consientan una relación sexual X o Y (o XY, o YY, o como les rote), qué es lo que puede llegar a ser tan amenazador para la seguridad de los estados. Sin embargo, la violación sistemática a mujeres y niñas en todas las guerras, el aporreo a marikas, bollos y trans en todas las calles del mundo mundial, el abuso de los curas a sus monaguillos, la psiquiatrización y maltrato en el sistema sanitario a las personas transexuales a nivel planetario, el bombardeo de verborragia homófoba y machista en la mayoría (por ser generosa y no decir todos) los medios de comunicación del planeta Tierra, la manera en que se intenta denigrar a las trabajadoras del sexo, todo esta serie de calamidades son el pan nuestro de cada día, vivas en Hong Kong, Bangok, Utah o Managua.
Néstor Perlongher, poeta, activista y filósofo marika, otro imprescindible, (cuando la madre de Néstor, que tenía el corazón enfermo, le dijo un día que la homosexualidad era una enfermedad, él le contestó: "entonces si vos me contás tus síntomas yo puedo contarte los míos".) se preguntaba: "¿De dónde viene esa infatigable preocupación por los culos -o las lenguas- ajenas?. (...) El prohibicionismo sexual atiza el miedo a un deseo horroroso. Erige un Paradiso policial para oponerlo a un Infierno perverso. Al mismo tiempo, es la perversidad de ese infirerno orgiástico que imagina, lo que le da manija para funcionar. La paranoia antisexual nos hace creer que, si se nos dilata el esfínter o se nos enciende la tetilla, nos "damos vuelta". Nos pasamos al otro lado. "
Da miedo, no?. Y encima, detrás de esta represión permanece incólumne la pretensión de clasificar a las personas según con quién se meten en la cama, mientras se esgrime el estandarte universal de la heterosexualidad conyugalizada y monogámica. Por eso, frente a los estándares normalizadores, creo que es una estrategia un poco pobre el caer en la defensa identitaria. Yo elijo dinamitar las convenciones sociales, reventar las clasficaciones, cambiar el discurso, hacer públicas las prácticas sexuales como condiciones humanas inevitables, no dejar que la heterosexualidad normativa se duerma tranquila ante una pretendida normalidad paralela ("son bolleras pero son monas", "es gay pero es un buen médico"), denunciar legalmente cada una de las agresiones de las que somos objeto, presionar a la clase política para que se haga cargo de este muerto.
Antes de definirme según las categorías asignadas, elijo el devenir: devenir mujer, devenir loca, devenir puta, devenir trans. Definirme por lo que hago y vivo, por lo que me pasa. Con quienes me meto en la cama, en el lavabo o en el zaguán y cómo disfruto de mi sexualidad, ¡es tan humanamente irrelevante más allá de mi goce!